Reforma laboral y desempeño económico

29 de Agosto de 2014/SANTIAGO_. Un trabajador de “Technosteel S.A.”, empresa beneficiada con fondos para la innovación de Corfo, permanece atento a su estacion de trabajo a la espera de la llegada de la Presidenta de la Republica_. FOTO: PEDRO CERDA/AGENCIAUNO_.

* La reforma laboral, por un lado, aumentó la incertidumbre económica, porque en buena parte la relación laboral entre los empleadores y empleados, así como entre estos últimos, dependerá de las buenas intenciones de los dirigentes sindicales. Por otro lado, la reforma aumentará los costos de transacción de toda la economía.* (FOTO: PEDRO CERDA/AGENCIAUNO)

andres-berg-e1482273512832CRÓNICA .- Andrés Berg, investigador Fundación P!ensa-.

Hace un poco más de 23 años se le otorgaba el Premio Nobel de Economía a Douglas North por su contribución en teoría económica para explicar el desarrollo y el cambio en las instituciones. Su tesis, consolidada en su obra “Instituciones, cambio institucional y desempeño económico”, planteaba que el desempeño económico dependía de contar con instituciones adecuadas ―leyes, normas, códigos culturales, etcétera― orientadas a cumplir dos objetivos centrales de la economía: reducir la incertidumbre y los costos de transacción.

La teoría de North es pertinente de recordar por estos días, ya que vivimos en un Chile en que la incertidumbre no parece ser una variable de interés y los recursos parecieran provenir de un manantial inagotable. Primero fue la reforma tributaria, en la que el ministro Arenas, contra todo principio y evidencia, aseguraba que los efectos macroeconómicos serían acotados. Luego, la reforma educacional, que en virtud de la gradualidad decretó la incertidumbre por los próximos 10 años en una cantidad importante de colegios particulares subvencionados. Después, un Gobierno inconforme por no contar con los créditos políticos para impulsar la gratuidad en educación superior, insiste año a año e imprudentemente en una gratuidad vía Ley de Presupuesto, considerando que el erario es un barril sin fondo e intentando hacernos creer que la gratuidad existe, pero sin saber si al año siguiente habrá fondos para seguir financiándola, como si entregar un bono anual nos permitiera celebrar que superamos la pobreza.

Así, ya falta poco para que entre en vigencia la (mal) llamada reforma laboral, que regula la relación entre los sindicatos y empresas, y las libertades de cada uno dentro de la negociación colectiva. La incertidumbre declarada por distintos sectores y gremios empresariales a consecuencia de esta reforma es evidente, y hay varias razones que la explican.

En primer lugar, la reforma es anti empresa. La prohibición del reemplazo atenta contra la libertad de aquellos que, en desacuerdo con las exigencias del sindicato, quieren seguir trabajando y están dispuestos a ejercer otras labores en favor del interés general de la empresa.

En segundo lugar, la reforma tampoco es pro sindicato: es pro dirigente sindical. Se le otorga un poder extraordinario al dirigente que decidirá a quienes se les otorga los beneficios de la negociación y a quienes no. Así, los incentivos perversos quedan a la vista: ser dirigente sindical podría ser un buen negocio. Es presumible que, ante tales incentivos, se produzcan conflictos de poder sindical que terminen generando varios sindicatos dentro de una misma empresa.

Por último, la reforma incita al conflicto. La obligación de hacer públicos los sueldos de todos los empleados no puede tener otro fin que el conflicto entre los que ganan más y los que ganan menos.

En síntesis, y volviendo a la teoría de North, la reforma laboral, por un lado, aumentó la incertidumbre económica, porque en buena parte la relación laboral entre los empleadores y empleados, así como entre estos últimos, dependerá casi exclusivamente de las buenas intenciones de los dirigentes sindicales. Por otro lado, la reforma aumentará los costos de transacción de toda la economía. Tener empresas forzosamente paradas significará un aumento en los costos de producción: tendremos productos y servicios menos competitivos en el mercado internacional y en Chile lo pagaremos todos los consumidores.

Impulsar el crecimiento económico requerirá mucho más que una declaración de buenas intenciones.

 

 

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